La hegemonía de la monarquía española en el siglo XVII se fue debilitando, debido en gran parte a la participación en los conflictos bélicos presentes en Europa, la “Guerra de los Treinta años”[1]. Estas guerras no se pudieron solventar con rapidez, ya que los recursos en ese momento eran escasos, lo que provocó la pérdida paulatina del poder de la monarquía española. El rey de España era Felipe IV desde 1621 hasta su muerte en 1655, después del rey la persona más importante fue su valido, el Conde-Duque de Olivares.
En este momento, hay que destacar la creación de la Unión de Armas[2], ya que era difícil soportar con los recursos presentes una guerra de esas características. Sin embargo, el principado de Cataluña y el Reino de Portugal no estaba de acuerdo con dicha unión y decidieron revelarse en 1640. En Cataluña, en 1941, Pau Claris[3] solicitó ayuda al rey de Francia, Luis XIII, y le ofreció ser reconocido como duque de Barcelona. Estas acciones fueron el desencadenante de una guerra entre Francia y España. Por otro lado, España apoyó la rebelión de “La Fronda” en 1648 que desestabilizaba a la monarquía francesa, consiguiendo así que no se centrasen sólo en atacar a los ejércitos españoles. Estos sucesos, agravaron aún más la tensión entre Francia y España, a pesar de que estaban enfrentadas particularmente en guerra desde 1635. A pesar de que se firmó la Paz de Westfalia[4], dando su fin la Guerra de los Treinta años en 1948, los conflictos entre Francia y España no se solventaron. Esto desencadenó en una frustración española, que quería resarcirse y añadir algún territorio a la monarquía española[5], por lo que decidió continuar el conflicto contra Francia. Cabe destacar, los escasos recursos que poseían las dos monarquías, por este motivo, España decidió buscar aliados en Inglaterra, pero no sirvió de nada, más bien al contrario, ya que en diciembre de 1654 Inglaterra declaró la guerra[6] contra España. Esta situación desembocó en grandes derrotas, la más drástica es la batalla Dunas, por lo que se decidió empezar la negociación de paz. La negociación de paz entre Francia y España, tras varios meses de diálogo y debate entre los representantes de Felipe IV y de Luis XIV, concluyó con la firma de la Paz de los Pirineos el 7 de noviembre de 1659 en la isla de los Faisanes (frontera franco-española), por lo que dio fin a la guerra entre las dos monarquías. Esta paz trajo numerosas consecuencias negativas para España, la independencia de Portugal y la perdida de numerosos territorios[7]. Aunque, la peor consecuencia fue la pérdida de moral de la monarquía española. Además, con la Paz de los Pirineos, se recuperaban territorios catalanes, pero se firmó el indulto de los sublevados catalanes. Cabe destacar, que la frontera hispano-francesa, establecida en ese momento es la que sigue vigente en la actualidad. Fuera de lo territorial, en lo político, destaca el enlace entre Luis XIV de Francia y Mª Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España. La participación bélica en los conflictos europeos por parte de la monarquía española se debe a la defensa del catolicismo en Europa recogida en el Concilio de Trento, junto con la tradición católica en los territorios españoles. Francia supo actuar con una mentalidad muy calculadora en la Guerra de los Treinta Años, consiguiendo derrotar así a las potencias europeas, el Sacro Imperio romano-germánico y el Imperio Español. Una vez acabados todos los conflictos, Francia salió muy reforzada territorialmente y políticamente, puesto que incluso, veían en un futuro la anexión de la monarquía española gracias al matrimonio entre Luis XIV y Mª Teresa de Austria. Este acontecimiento supuso el inicio de la decadencia del conocido Imperio Español, perdiendo así, poder político y la moral, provocado por las numerosas derrotas de los flamantes Tercios en Flandes y en Francia. Se puede comparar con la posterior derrota del ejército napoleónico frente a las tropas españolas en la península Ibérica. Es curioso que justo en esta época de “penurias, hambre y guerra” se desarrollase el mejor siglo artístico y cultural en España, conocido el “Siglo de Oro”, destacando figuras como las de Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Calderón de la Barca, Quevedo, Velázquez, etc. [1] Esta guerra se inició en 1918, se trataba de una guerra por motivos religiosos, iniciada en Alemania entre príncipes protestantes y el Sacro Imperio Romano Germánico (católicos), en la que participaron potencias europeas, como, la monarquía española, las Provincias Unidas, el Reino de Francia y el Reino de Suecia. Este conflicto supuso una guerra a nivel europeo. “Cronología de la Frontera Hispano-Francesa (Tratado de los Pirineos),” MojonesdelosPirineos, 2013, http://www.mojonesdelospirineos.com/cronologia.php [2] Redactada en el Gran memorial de 1624 por el Conde-Duque de Olivares en 1626, de carácter reformista, y consistía en la participación unánime por parte de todas las regiones pertenecientes a la monarquía española con el fin de aportar soldados y recursos económicos para la guerra. “Felipe IV y la Unión de Armas,” La Guía, June 14, 2007, http://www.laguia2000.com/espana/felipe-iv-y-la-union-de-armas [3] Director de la revuelta “Los Segadores” en Cataluña. “Cronología de la Frontera Hispano-Francesa (Tratado de Los Pirineos),” MojonesdelosPirineos, 2013, http://www.mojonesdelospirineos.com/cronologia.php [4] En esta paz se recogía la independencia de las Provincias Unidas, dando a su fin la Guerra de los Ochenta años con el imperio español, se dio fin a las guerras religiosas estableciendo libertad de credo y se estableció la integridad territorial, marcando el nacimiento del Estado nación. “Tratado de Westfalia,” EcuRed, 2000, https://www.ecured.cu/Tratado_de_Westfalia [5] Pacheco Fernández, Agustín. “Rocroi, El último Tercio”. Garland Books, 2011. Una de las batallas más conocidas dentro de la política de recuperación territorial de España, es la estallada en Rocroi en 1643, con victoria francesa, donde se inició la decadencia de los Tercios españoles. [6] Los ingleses firmaron un tratado de amistad con los rebeldes portugueses y un tratado de cooperación con Francia en 1658. [7] Entre los que destacan: el condado de Rosellón, el de Conflent y territorios en el condado de Cerdeña. “Tratado de los Pirineos (1659),” Portal Fuenterrebollo, http://www.fuenterrebollo.com/Heraldica-Piedra/tratado-pirineos.html
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El siglo XVII en Europa estuvo caracterizado por una gran crisis económica y social, debido a la despoblación proveniente de las guerras y de epidemias que agravaron esta situación. La monarquía hispánica estaba gobernada por Felipe III, hijo de Felipe II y de Ana de Austria, ya que había heredado el trono de su padre en 1598.
A principios del siglo XVII, se respiraba una tensión religiosa y política en España, debido en gran parte a la existencia de la población morisca[1], más notable en la corona de Aragón correspondiente a un aumento demográfico de este colectivo, ya que se temía que estos conspirasen junto con el imperio otomano, o como se relataba en informes[2] con el rey de Francia, Enrique IV, y así volver a invadir la península Ibérica como se habría hecho en la antigüedad. Por este motivo, Felipe III decidió llevar a cabo la expulsión de los moriscos, que no había sido ejecutada por su padre[3], aunque este en el pasado le habría avisado del peligro de estas personas en la región. Aunque, el Duque de Lerma[4] se mostró contrario a la intención de expulsar a todos los moriscos, puesto que el mantenía negocios con muchos de estos. Además, esta decisión provocó un gran descontento dentro de la nobleza, ya que se verían perjudicados por la falta de mano de obra en el campo. Pero esta posición cambió cuando el Rey se mostró dispuesto a compensar económicamente a nobles que perdieran poder económico tras la expulsión de los moriscos. Esta expulsión se pudo llevar acabo debido a la “Tregua de los Doce Años[5]”, en concreto el 9 de abril de 1609, este día mismo, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos. Se cree en la influencia por parte de la reina Margarita de Austria en la toma de decisión por Felipe III, muy posible debido a la importancia que tiene la opinión de una persona cercana. El Duque de Lerma se quería aprovechar de la situación para ganarse la confianza de la reina, por ese motivo lideró la ejecución del proyecto. La preparación ante una acción tan amplia duró su tiempo, la primera expulsión de moriscos se realizó en el Reino de Valencia[6], seguidos por los demás reinos y teniendo finalidad en la Corona de Aragón en 1610. A este proceso, hay que destacar la peculiaridad en un territorio, el Reino de Murcia, donde se permitió a los moriscos su permanencia, ya que se habían integrado bien entre los cristianos viejos. Además, la Inquisición respaldó a estos moriscos. Felipe III mandó a Juan de Pereda para que dictaminara una sentencia, éste concluyó en que no supondría un problema la permanencia en el reino. Sin embargo, se informaba de que, a pesar de su conversión, estos eran practicantes de la religión islámica en secreto, no se sabe exactamente la finalidad de estos rumores, ya que podían haber sido provocados por remordimiento o con total sinceridad de los hechos. El Consejo de Estado decidió analizar la situación y no pronunciarse hasta que tuvieran una decisión final. El 4 de marzo de 1613, la resolución final ordenaba la expulsión de los moriscos[7] por parte de Felipe III. La expulsión en Murcia estuvo al mando del conde de Salazar, el fin de esta expulsión fue en enero de 1614. Y, por tanto, la expulsión de todos los moriscos residentes en la península Ibérica tuvo su fin en dicha fecha. Por otra parte, esta decisión tuvo numerosas consecuencias: al haber expulsado a personas sin privilegios tributarios, la recaudación de impuestos se vio mermada. El lugar donde tuvo mayor repercusión la despoblación fue el Reino de Valencia, donde el 33% de los habitantes eran moriscos y eran la masa productora (artesanos, comerciantes, campesinos, etc.) que ya no estarían presentes. En Castilla no hubo grandes consecuencias económicas a corto plazo, pero la despoblación provocó una crisis demográfica, que derivo en problemas a la hora de avanzar su política de expansión y de tener escasez de soldados para integrarlos a los conocidos Tercios de Flandes. Algunos de los moriscos expulsados se convirtieron en piratas berberiscos que no dudaron en realizar ataques contra España. La cifra exacta de población morisca expulsada de la península Ibérica no se conoce, se especula hasta 325.000 moriscos, cifra muy alzada que podía haber sido confusa, en consecuencia, de la situación en Europa, plagada de epidemias. Por lo que, los historiadores podrían haber alzado la cifra con el fin de perjudicar la imagen de Felipe III. Otro aspecto que cabe destacar, es la situación comercial con América, puesto que en el comercio por vía marítima es influenciado por la participación de Francia e Inglaterra, perjudicando así, a España. Muchas opiniones catalogan esta acción como una reivindicación política, es decir, “limpiar” la imagen de una España musulmana, debido a la existencia de población que practicaba el islam a lo largo de los siglos en España, y así dar una imagen de una monarquía cristiana. Lo que es indudable que la convivencia de distintos colectivos religiosos fracasó en España rotundamente. [1]Tras la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502, se consideraba morisco a los musulmanes que se habían convertido al cristianismo, o bien, se habían exiliado. [2] Se anunciaba un contacto de los moriscos habitados en la corona de Aragón y el Rey de Francia. [3] Aunque no fue ejecutada, en el año 1582, en la Junta de Lisboa ya se planteaba la expulsión, y más tarde, en concreto en 1590, se volvía a plantear, pero los conflictos bélicos de la monarquía impidieron tomar cartas en el asunto. [4] Valido de Felipe III, que gozaba de la confianza del monarca y que gobernaba en su nombre. [5] Se ponía fin a la guerra con Flandes, y, por tanto, se firmó un tratado de paz. [6] El bando de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia se publicó en la capital el 22 de septiembre de 1609, tras la comunicación por parte del monarca español al Marqués de Caracena, Lugarteniente y Capitán General del reino de Valencia. [7] Con excepción de los menores de ocho años y los ancianos enfermos. Además, se les concedió 10 días para arreglar la situación de sus bienes. |
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