El siglo XVI en España destacó por ser el periodo en el cual el imperio alcanzó su máxima extensión. A comienzos de siglo el monarca que ostentaba el poder era Carlos de Habsburgo, nieto de los Reyes Católicos. Carlos I duró en el trono desde 1516 hasta 1556, año en el que abdicó, por lo que Felipe, el hijo que tuvo con Isabel de Portugal, accedió al trono, pasando a convertirse en Felipe II.
El imperio que gobernó Felipe II estaba formado por el reino de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Orán, Túnez, los territorios de América, Filipinas y el reino de Portugal y sus posesiones, siendo las más destacadas las de Asia, que se unieron al Imperio español en 1580. Este imperio es conocido popularmente como "El imperio donde nunca se ponía el sol". Cabe destacar que Felipe II estableció Madrid como la capital del imperio. Además, la idea del monarca era unificar los territorios teniendo como piedra angular la religión católica. Dejando a un lado la extensión de los territorios, el Imperio español gobernado por Felipe II destacó también por alcanzar un gran poder político y militar, sobresaliendo los reputados Tercios. Una de las batallas donde se puede apreciar el gran poder militar, a pesar de su gran desconocimiento, es la batalla de Cagayán que tuvo lugar en 1582. La presencia de los españoles en las costas filipinas se debía en gran parte al comercio de especias y a establecer contacto directo con China y Japón. La primera presencia en estos territorios tuvo lugar gracias a la expedición dirigida por Magallanes en marzo de 1521. En el comercio hispano-japonés tenía gran importancia la ubicación de Filipinas, ya que desde esa ubicación los españoles podían adquirir la mercancía de los mercaderes asiáticos, compuestos principalmente por mercaderes chinos y japoneses que llevaban como mercancía sedas, telillas y porcelanas, entre otras cosas. A su vez, también podían adquirir las valiosas especias. Fuera de estas actividades comerciales se encontraba otro tipo de comercio, el que llevaban a cabo los piratas nipones, más conocidos como wako, estos negocios no preocupaban a los españoles hasta 1580, año en el que se le comunicó al rey Felipe II que estos piratas podrían ser un gran problema para la Corona. Esta situación derivó en un contacto entre las diplomacias españolas y japonesas, llegando en junio de 1584 el primer barco español a Japón, concretamente en Hirado (al oeste de la isla Kyushu) para tratar el comercio referente a Filipinas.
Anteriormente, mientras que los wako se dedicaban a sus quehaceres habituales se produjo una confrontación entre las dos culturas presentes en dichas costas, por un lado, la japonesa y, por otro lado, la española, cuyo dominio estaba presente en las Islas Filipinas. La Corona española quería asegurar sus rutas comerciales para que ningún pirata asaltase sus barcos y arruinasen la empresa. En el momento en que Gonzalo de Ronquillo [1], gobernador en ese momento de las islas, es informado de los saqueos y amenazas que sufre la flota española por esas costas, en concreto, en la provincia de Cagayán, situadas al norte de las islas, decide poner fin a las actividades corsarias que perjudican al imperio; con dicho fin, el gobernador decide que la personas capaz de solucionar el problema es Juan Pablo Carrión, por lo que le envía a dirigir a la Armada española.
El capitán Carrión partió desde Manila con destino a Cagayán, a su mando estaban alrededor de diez embarcaciones con cuarenta soldados, en el momento que se adentran a la desembocadura del río Cagayán son atacados por unos piratas, en concreto un millar, siendo prácticamente todos ronin (samuráis sin señor) y algunos ashigaru (soldados japoneses que contaban con mosquetes), todos ellos liderados por Tay Fusa. Estos ataques sucedieron progresivamente, hasta darse un total de tres combates. Por lo tanto, quedó demostrada la superioridad militar española, ya que con cuarenta efectivos fueron capaces de derrotar a más de mil orientales, de los cuales se encontraban los conocidos samuráis. En consecuencia, los piratas japoneses fueron desalojados de las islas, frustrando así la idea de Tay Fusa de asentar una colonia en el norte de las Islas Filipinas. Además, prácticamente no volvieron a realizar sus actividades corsarias, ya que quedó demostrado que el poder del armamento español era infinitamente superior al de los japoneses. Afortunadamente, Manila pudo convertir en un enclave estratégico para que el comercio siguiese un curso pacífico, unos meses bastaron para que la región fuese pacificada. Cabe mencionar, que Carrión fundó en esa región la ciudad de Nueva Segovia, que hoy en día se llama Lal-lo. Actualmente, alguno de los territorios del Pacífico siguen formando parte de España teóricamente, en concreto: Kapingamarangi, Nukuoro, Mapia, Ulithy y Rongerik. [1] Gonzalo de Ronquillo el 16 de junio de 1582 escribió al rey Felipe II una carta en la que decía literalmente: "Los japoneses son la gente más belicosa que hay por acá. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería. Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses, que se lo han mostrado para daño de sus ánimas." Borao, J. E. La colonia de japoneses en Manila en el marco de las relaciones de Filipinas y Japón en los siglos XVI y XVII. Canela.org.es. http://www.canela.org.es/cuadernoscanela/canelapdf/cc17borao.pdf
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