Los inicios del siglo XVIII estuvieron marcados por la inminente muerte del monarca español, Carlos II, debido a la vacante en el trono español se empezó a fraguar un conflicto a nivel europeo donde se mostraban los favoritismos a heredar la monarquía española.
Ante una posible unión de alguna potencia europea con el Imperio Español, se concluyó a repartir los territorios en el caso de que Carlos II muriese sin descendencia. Esta primera repartición se llevó a cabo entre Luis XIV y Leopoldo I durante la Guerra de Devolución, firmado en Viena en 1668. Mientras tanto, Austria se mantenía al margen en dicha guerra, hasta que Carlos II contrajo su segundo matrimonio con Mariana de Neoburgo, esto provocó un incremento de la influencia austriaca en la corte madrileña. Hasta finales del siglo XVII, el derecho sucesorio recaía en un miembro de la dinastía de los Austrias o de la dinastía francesa de los Borbones. Pero en 1692, surgió una candidatura más próxima, y Carlos II en su primer testamento de 1696 postulaba como heredero al trono a José Fernando de Baviera. Carlos II cambió su testamento debido a que el segundo tratado de reparto de la Monarquía Hispánica provocó un descontento en la corte madrileña y nombró a José Fernando de Baviera como heredero de la monarquía española de una manera universal e indivisible, y en el caso de su muerte, el heredero sería el emperador Leopoldo I. Pero el heredero al trono murió en 1699, y los posibles herederos eran, por lo tanto: el Archiduque Carlos de Habsburgo[1], hijo de Leopoldo I, y Felipe de Anjou[2], hijo de Luis conocido como el Delfín. El desencadenante de la decisión final fue el tratado de reparto de 1700, donde la opción austriaca perdió el favoritismo. Consecuentemente, Carlos II expresó en su tercer testamento en 1700 su deseo de que el heredero del trono fuese Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV[3]. A pesar del testamento de Carlos II, la oposición a los Borbones era fuerte, formada por la firma de la Gran Alianza de la Haya por parte de Austria, Gran Bretaña y las Provincias Unidas, y Portugal y Saboya, unidas posteriormente. Estas potencias europeas contrariamente a la voluntad de Carlos II, reconocieron al Archiduque Carlos de Habsburgo como rey de España en 1703. La situación desemboco en la Guerra de Sucesión, donde las potencias europeas participaron en la herencia de la monarquía española. A nivel nacional, dividió España en dos bandos, cada uno partidario de un candidato. Dentro de esta guerra, destacan las victorias del bando a favor de Felipe V en las batallas de Almansa, Brihuega y Villaviciosa; pero el acontecimiento más importarte fue a nivel internacional: Carlos de Habsburgo tras heredar en 1711 el Imperio Alemán perdió interés en reinar en España. Ante esta situación, las potencias aliadas del Archiduque Carlos, Inglaterra y Holanda, empezaron a prever la posibilidad de que España y Austria estuvieran gobernadas bajo un mismo monarca. Estos sucesos, llevaron a la victoria de Felipe de Anjou en la Guerra de Sucesión. Una vez finalizada la guerra se firmó el Tratado de Utrecht en 1713. Este tratado aparte de ser un tratado de paz, estipulaba lo siguiente: Felipe V fue reconocido como Rey de España por las potencias europeas con la condición de renunciar a cualquier derecho sobre la corona francesa, se perdieron numerosos territorios[4] de la monarquía española a favor de Austria y de Gran Bretaña. El primer rey Borbón de España pudo reinar con el fin de la Guerra de Sucesión, pero su política cambió de rumbo tras la muerte de su cónyuge, María Luisa de Saboya, debido a que Felipe contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio en 1714. A partir de ese momento, la política tuvo una influencia italiana, solicitando la revisión del Tratado de Utrecht con el fin de recuperar los territorios italianos. A pesar de esta reivindicación llevada a cabo por el Cardenal Alberoni, la Cuádruple Alianza[5] acabó con esas esperanzas, y su vez, la esperanza de recuperar Menorca y Gibraltar, pertenecientes a Gran Bretaña. La pérdida de estos territorios marcó el inicio de la hegemonía británica, y por lo tanto la pérdida de poder de la monarquía francesa. Dentro del ámbito nacional español, la mayor consecuencia fue la creación de los Decretos de Nueva Planta, donde Felipe V castigaba la posición en su contra que mantuvieron los territorios la Corona de Aragón, en estos decretos se suprimían los fueros de los Reinos de Valencia, Aragón, Mallorca y el principado de Cataluña, sustituyendo el derecho aragonés por el derecho castellano, mostrando su reconocimiento por la fidelidad mostrada por la Corona de Castilla[6]. Esto fue el comienzo de la Castellanización de la monarquía española, a semejanza del modelo centralista francés. La Guerra de Sucesión, más que un conflicto de ideologías o posiciones políticas, era una batalla por conveniencia territorial donde las potencias europeas buscaban obtener el máximo beneficio territorial e incentivar su poder. Esta actitud se ve reflejada en el cambio de influencia de los aliados ya que cuando Carlos de Habsburgo hereda en 1711 el Imperio Alemán estos se distanciaron ante una posible unión entre España y Austria. Dentro de la reforma borbónica más conocida, los Decretos de Nueva Planta, se aprovechó la situación desarrollada en la guerra para poder consumar la idea de un modelo centralista dentro de España, donde vio un ejemplo en la Corona de Castilla, la que había sido la más potente dentro de la monarquía. La personalidad de Felipe V siempre estuvo muy ligada a su carácter mujeriego, por lo que siempre era manipulado por sus mujeres, en especial su segunda mujer, Isabel de Farnesio. Tras la muerte de su hijo Luis I y el comienzo de su segundo reinado, su mentalidad cambió completamente desinteresándose de la política, y delegando en su mujer y en José Patiño. Aunque permitió que se realizaran iniciativas que beneficiaban a sus reinos, lo que trajo consigo un proceso de recuperación para mejorar la situación que había dejado Carlos II, por lo que se inició la idea de progreso y el Despotismo Ilustrado. A pesar de estas mejoras y reformas, el poder del Imperio español en Europa se había perdido completamente, donde la mayor potencia europea comenzaba a ser Gran Bretaña. Numerosos relatos cuentan que la personalidad de Felipe V se vio muy mermada a partir de la tercera década de su reinado. Se comentaba que temía la luz solar, por lo que realizaba todas sus actividades de noche, como, por ejemplo: atender los asuntos de gobierno por la noche, organizar cacerías a las dos de la madrugaba, etc. Otros hechos curiosos, es que se creía que era una rana, e incluso, que pretendía montar los caballos que se encontraban bordados en los tapices o pintados en cuadros. [1] Partidario del modelo federal de Austria, causó simpatía en la Corona de Aragón. [2] Partidario del modelo centralista francés impuesto por Luis XIV, caló en la mayor parte de Castilla [3] Ruiz Rodríguez, Ignacio, Historia del Derecho y de las Instituciones, 2016, pp. 494 y ss. [4] Territorios perdidos: las Provincias Unidas y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) a favor de Austria. También, se perdió la isla de Sicilia, anexionada al reino de Saboya. Por otro lado, se perdió Gibraltar y Menorca a favor de Gran Bretaña. Además, esta última, consiguió el permiso de navío y el asiento de negros, es decir, podían comerciar ilimitadamente con las Indias españolas, incluso comerciar con esclavos. “Historia de España - El Siglo XVIII - la Guerra de Sucesión Y El Sistema de Utrecht,” Historia del siglo 20, 2005, http://www.historiasiglo20.org/HE/8a.htm Los territorios perdidos se aprecian con mayor claridad en la imagen del siguiente enlace: http://e-ducativa.catedu.es/44700165/aula/archivos/repositorio/3750/3889/html/TratadodeUtrecht.jpg [5] Formada por Gran Bretaña, Francia, Provincias Unidas y el Imperio de Austria. “Cuádruple Alianza,” EcuRed, https://www.ecured.cu/Cu%C3%A1druple_Alianza [6] “Decretos de Nueva Planta,” Gran Enciclopedia Aragonesa online, http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=9478
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